jueves, 24 de octubre de 2024

Lithocarpus edulis. El roble de la fruta de piedra

 

Lithocarpus edulis. J. botánico Jamchen

GRUPO B: Silvestres frutales -Laurisiva-

SECTOR DEL JARDÍN: La pequeña laurisiva

Mi pasión por el conocimiento del origen de las cosas existentes, me viene de un especial interés por conocer también la esencia que contienen todas estas cosas en este momento presente. Conocer la esencia de algo que existe hoy, significa también conocer una gran parte del sentido (presente, pasado y futuro) de su existencia. Por todo ello, conectar la vida con sus orígenes y su ancestralidad, es tomar consciencia plena de que todo lo existente está conectado entre sí, que no hay elementos independientes de vida, sino elementos interdependientes que configuran una sola cosa, la Vida por sí misma, aunque con apariencias distintas.


Como ya he comentado varias veces, antes de que existieran los Quercus actuales que conocemos del Mediterráneo, tipo a encinas, alcornoques, coscojas  y robles sureños, existían aquí otra clase de Fagáceas primitivas adaptadas a climas más calientes y húmedos, que es lo que había entonces en toda Europa. Esa flora que se desarrolló en Europa, fue exclusiva lauroide caracterizada por una gran cantidad de especies lauráceas de los géneros como Cinnamomun, Litsea, Persea, Neolitsea y Laurus y acompañadas por un conjunto de Fagáceas que se componían, fundamentalmente, de los géneros Castanopsis, Lithocarpus, Trigonobalanus y de Quercus spp. siempre verdes. 


Aunque con sus diferencias, había una homogeneidad asombrosa en las hojas de todos estos tipos de plantas. Y esto es justo lo que voy a recalcar hoy con la especie viva en mi jardín que tengo el inmenso honor de presentar. Esta especie se llama Lithocarpus edulis, el único comestible del género, de hecho, “carpos” en griego significaba fruta. “Lithos”, por su lado, significaba piedra, y es que su bellota está recubierta de una cáscara muy dura. Con ello, al Lithocarpus edulis lo bautizamos con el nombre común de ‘Roble de la fruta de piedra’. 


Cuando el pequeño ejemplar de ´Roble de la fruta de piedra’ cayó en mis manos, quedé francamente sorprendido al comprobar que sus hojas eran tremendamente parecidas a la de las adelfas -Nerium oleander-, un laurel que desciende directamente de las laurisilvas, perfectamente acoplado al clima mediterráneo y que se encuentra muy alejado de las fagáceas, ya que esta pertenece al orden botánico de las Gentianales, nada que ver con el orden al que pertenece el Lithocarpus, las Fagales. Por otro lado, observo un parecido inmenso también a las hojas de los Quercus de la sección Cyclobalanopsis. Con todo ello, podemos hacernos directamente cargo de esa homogeneidad mencionada en todas las plantas laurisílvicas de hojas coriáceas. 


Del género Lithocarpus, han llegado a nuestros días muchas especies, la mayor parte originarias de Asia. Sólo China, cuenta con más de 100 especies de este género (para los interesados en investigar más sobre todas las especies de este género, recomiendo el siguiente enlace: http://www.efloras.org/florataxon.aspx?flora_id=2&taxon_id=118733 ). La especie edulis, que significa comestible en latín, sin embargo, es originaria del Japón y se trata de un roble siempreverde pequeño que no alcanza más de 15 metros de altura. Dicen que las bellotas tiene sabor amargo, pero, como pasa con casi todos los robles, poniéndolas en agua se elimina ese efecto y son perfectamente comestibles y, a buen seguro, un gran alimento. 


El pequeño ejemplar que muestro en la foto, lleva muy poco tiempo con nosotros. Lo hemos colocado muy cerca del Castanopsis cuspidata y no muy lejos de las otras plantas laurisílvicas, esperemos que entre ellas se ayuden a seguir adelante y puedan sobrevivir a este ambiente hostil para ellas. Teóricamente, estamos en la latitud apropiada y ambos pueden aguantar cierta rigurosidad de frío, siempre que este no sea demasiado intenso, así que, estando donde estamos, a unos 800 metros de altitud, bañados con el aire marítimo del Mediterráneo, si no les falta la humedad y están lo suficientemente refugiadas entre las arboledas ya existentes, con no muchas horas de sol directo en verano, deberían ir bien, pero conocemos las dificultades de esta flora. Todo un reto.     


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