SECTOR DEL JARDÍN: Pequeña laurisilva, zona Quercus y zona bosque subtropical.
GRUPO B: Silvestres alimentarios -Primeras gimnospermas, bosque subtropical.
En plena era Paleozoica, durante un periodo llamado Carbonífero, que comenzó hace 359 millones de años, surgieron grandes bosques de Pteridofitas (helechos) dentro de hábitats tropicales donde vivían los primeros reptiles e insectos voladores. En este mundo remoto, cálido, lluvioso y con tanto oxígeno, todo se formó con grandes tamaños, se desarrollaron libélulas, escorpiones y ciempiés gigantes de 1 metro, y los helechos también compartieron esta cualidad. Estos helechos enormes convivían también con otros vegetales arbóreos primitivos ya desaparecidos, como los Lepidodendron, las Sigillarias y las Medullosas, entre otros.
Los helechos gigantes permanecieron durante millones de años hasta la mitad de la era Mesozoica, durante el Jurásico, donde terminaron por desaparecer. Sin embargo, han quedado pequeños vestigios de esta primera flora gimnosperma en algunas zonas de Australia.
Gracias a esta asombrosa adaptación a los enfriamientos y los múltiples cambios sucedidos, hoy tenemos la gran suerte de poder disfrutar en vivo de uno de los vegetales más antiguos que han sobrevivido desde casi los primeros tiempos de la vida vegetal.
Uno de estos vestigios es la especie que aquí presento, la Dicksonia Antarctica, o comúnmente llamada, helecho arbóreo de Tasmania. Esta especie, que convivió con los dinosaurios durante el Jurásico, y a pesar de su origen subtropical, se adaptó perfectamente a condiciones de climas más templados, sin fríos excesivos con heladas suaves. Eso sí, necesita de humedad ambiental y vivir en las semisombras.
Esta maravillosa planta, de una belleza espectacular, ha sido recién incorporada en este jardín, en la zona de la Pequeña laurisilva. Vive ahora bajo las semisombras de un alcornoque y un olmo de Siberia, entre romeros y otras especies de helechos. Ha dado una impresionante luz al lugar, esperemos que pueda aguantar los veranos duros y secos de estas montañas, ya que es especie que también necesita de humedad ambiental.
El helecho arbóreo de Tasmania tiene una cualidad muy interesante en cuanto al bosque Natural de alimentos y es que la médula de la planta es comestible, cruda o cocinada. La naturaleza nunca deja de sorprendernos.
El género Diospyros aparece en el sur de China, el oeste de Norteamérica y Europa, en el Eoceno superior, desde entonces, configuró uno de los elementos más diversos que existieron dentro de los ambientes tropicales y subtropicales, a excepción de los Quercus, que los superaron.
En unos principios, los Diospyros fueron de hoja perenne, pero se adaptaron muy bien a zonas más templadas y se conformaron también caducifolios.
En Europa el género se perdió con los enfriamientos sucesivos, sin embargo, en Asia se ha conservado silvestre hasta la actualidad. El humano comenzó a cultivarlo a partir del siglo VIII en China y Japón y, durante el siglo XIX llega de nuevo a Europa.
Desde el punto de vista del cultivo, una de las especies silvestres más importantes del género es el Diospyros lotus, ya que suele ser el porta injertos habitual del kaki, de nombre común caqui o palosanto. Lo de palosanto seguramente le viene por ser de la familia de las Ebenáceas, de donde se saca la madera de ébano. En cualquier caso, comúnmente se le llama palosanto a muchas otras especies, tales como el Rhamnus alternus, muy habitual en estas zonas, o el Acer monspessulanum o el Amelanchier ovalis, etc.
El kaki es una fruta excepcional, muy dulce y deliciosa que posee numerosas virtudes nutricionales. Habitualmente, de los caquis que hemos conocido desde siempre en España, que solían ser de la variedad brillante, se comen muy maduras, ya que es bastante astringente cuando está la fruta aún dura, sin embargo, encontramos algunas otras variedades no astringentes, recién llegadas, que se pueden consumir peladas, como si fuera una manzana. Una de estas variedades es el Caqui Fuyu. En este jardín tenemos dos preciosos ejemplares que ya nos proveen de fruta.
En la zona de la Pequeña Laurisilva contamos con dos ejemplares de la variedad Sharon, que es astringente, pero, con una buena preparación en caja cerrada se maceran con el vapor de un chupito de alcohol y, en unos pocos días, ya se pueden comer duras y dulces.
La causalidad de un caqui brillante que no agarró el injerto, hizo que se desarrollara su porta injertos, le podé la parte seca y lo dejé estar. Hoy día tenemos en este jardín un arbolillo de Diospyros lotus maravilloso, el caqui silvestre. Todavía no ha fructificado, pero se desarrolla muy bien y un día, cuando la naturaleza quiera, probaremos los pequeños frutos silvestres que den.
A medida que las angiospermas primitivas se iban desplazando hacia el norte desde el Ecuador donde nacieron, allá por el Cretácico inferior, desde hace unos 130 millones de años, una parte de esta flora comenzó a adaptarse a las zonas más frescas. Esta adaptación hizo que la gran mayoría de los árboles de esta flora particular de angiospermas pudiesen mudar sus hojas. Nacen entonces los caducifolios y, con ellos, una hermosa diversidad de géneros. Por la parte de las gimnospermas, estas también se adaptaron a los fríos y la mayoría mantuvieron sus hojas, que fueron, sobre todo, las pertenecientes a las Coniferophytas.
La flora que estamos hablando se llama arctoterciaria, y se estableció dominante en el cinturón septentrional del Hemisferio Norte del planeta durante todo el Terciario. No han dejado de dominar este Hemisferio desde entonces. En tiempos de las glaciaciones, ya en el Cuaternario, se mudaron al sur, y, gracias a eso, podemos hoy en día contar con ellos. Pasados los tiempos de los hielos, una parte de esta flora se mudó de nuevo a los nortes fríos, como fueron los abedules, entre muchos otros, y otra se quedó en el sur, como los nogales, etc.
La diversidad de angiospermas caducifolias arctoterciarias fue muy grande, pero concentrándonos en las más primitivas, tenemos un grupo muy pequeño inicial que todavía conservaban ciertos caracteres de los climas calientes de donde venían. Allá por el Cretácico medio, en el final de la Era Mesozoica, aparecen entonces géneros como el que vamos a hablar hoy, el Liquidambar.
Los registros fósiles más antiguos del género Liquidambar datan de hace 90 millones de años y compartían nacimiento reciente con otros géneros de angiospermas caducifolias arctoterciarias antiguas como los Platanus (100 m.a.), los Juglans (100 m.a.), los Ulmus (100 m.a.), los Cercidiphyllum (100 m.a.), los Podocarpus (100 m.a.) y los Sassafras (100 m.a.), como los más importantes.
Conforme va desarrollándose el Terciario, comienzan a aparecer otros géneros caducifolios significativos, destacándose los más antiguos, como fueron los Carya y los géneros de la familia de las Fagáceas, ambos con registros fósiles de hace 80 millones de años.
El Liquidambar fue uno de esos elementos característicos del bosque subtropical templado-caliente del Terciario que se quedó en la zona sur y media del cinturón arctoterciario. Este bosque se caracterizaba por ser húmedo y caliente con capacidad para aguantar ciertos fríos durante las estaciones de invierno, pero sin llegar a aguantar demasiadas heladas.
Los estudios paleobiogeográficos parecen mostrar que los Liquidámbares vivían en zonas de tierra con alto nivel edáfico típico de zonas pantanosas, lo que le permitía vivir con géneros con los Craigia y los Taxodium, entre otros. Sin embargo, mi experiencia con la especie styraciflua, que es la que viene de América y la que hoy presento, es que soporta muy bien el clima mediterráneo y no tiene necesidad de mantener ese nivel edáfico, siempre y cuando esté en un ambiente de bosque desarrollado y reciba ciertos riegos durante la época estival.
En los tiempos que existía un archipiélago en la zona donde este jardín se encuentra, más allá de los 6 millones de años (en el Mioceno, entre los 11,62 y los 7,24 m.a.) y antes de la formación del Mediterráneo, el género Liquidambar se encontraba muy presente. Viendo cómo los dos liquidámbares que existen en este jardín se desarrollan, me gusta evocar la idea de que estas tierras aún conservan presente su propia memoria histórica.
El Liquidambar styraciflua es un árbol de una increíble hermosura, sus hojas palmadas que recuerdan a su primo hermano Platanus, en otoño se tornan primero de amarillo dorado y después de un rojo intenso. En América, de donde es natural, como dije, los nativos han usado su resina, con fines medicinales, fundamentalmente, para hacer un bálsamo con un aroma a ámbar gris (de ahí le viene su nombre). Con el bálsamo curaban las afecciones ciáticas, la debilidad nerviosa, las enfermedades de la piel y la hemorroides, aliñaban el tabaco, como desodorizante, etc. Hoy día, este aromático bálsamo, llamado Styrax, es muy usado en perfumería y para hacer mezclas de tabaco.
Pero aún hay más, nuestro alimento primario, no solo viene directamente de las silvestres de flores, sino también de las silvestres sin flores. Antes de que existieran las flores, todos los árboles eran gimnospermas, y éstas, por el misterioso devenir de la Naturaleza, se transformaron en angimnospermas allá por el Cretácico. De las flores vinieron los frutos y, con ellos, los mamíferos primates, entre otros animales, pudieron alimentarse durante millones de años. Gracias a estos frutos, que muy al principio no eran alimentarios, los homínidos posteriores pudieron desarrollarse hasta que bajaron de los árboles. Y nunca dejaron de consumirlos como parte de su dieta.
Con todo ello, podemos afirmar que el origen del alimento humano es la fruta, y el bosque silvestre su hábitat natural. Despreciar al árbol silvestre, gimnosperma o angiosperma, tal y como como hemos visto, es despreciar, también el alimento originario y natural humano.
El principio número 6 de la Agricultura Natural es el bosque Natural de alimentos, que incluye tanto los silvestres como los alimentarios. La conjunción armónica de ambos aspectos hace que el humano, no sólo valore su propio origen, sino su posibilidad de futuro y perpetuación en esta maravillosa tierra. Sin silvestres en nuestros campos, no habrá frutos en el futuro, ya que ellos no tendrían la posibilidad de transformarse en un alimento continuado si no puede convivir con su razón de ser, que son sus ancestros.
Dicho esto, la mejor manera que tenemos para respetar y dignificar a la Naturaleza y armonizarnos con ella es, no solo conservar, promover y extender los bosques forestales, sino también incorporar silvestres en los campos de cultivo de la forma más diversa que sea posible. Todo ello fue prescrito, como dije, en el principio número 6 de la Agricultura Natural y el significado profundo se encuentra, insisto, en la toma de consciencia de que sin silvestres, no hay alimento posible futuro.
Aunque con características muy especiales, junto con las Gnetáceas y otras posibles plantas únicas, el Ginkgo biloba es uno de los árboles de hoja plana más antiguo que existe vivo hoy día, y su reconocimiento puede llevarnos, al origen directo de los árboles angiospermas y frutales. Por ello, rendimos un homenaje especial a esta planta tan valiosa y le daremos un estudio detallado y merecido en una segunda parte de este artículo, pues ella nos llevará directamente al sentido profundo del origen de las angiospermas y, con ello, de nuestro alimento más primigenio.
Como antesala del estudio de la segunda parte, conviene destacar que el Ginkgo biloba se encuentra dentro de las gimnospermas ya que sus semillas son desnudas, es decir, no están encerradas en un fruto maduro, sino que están protegidas por conos o cubierta carnosa de semilla, característica propia de las gimnospermas. Sin embargo, aún siendo planta sin flor y ancestro de esta, tiene otras cualidades especiales e impresionantes, dados los tiempos en los que estamos, que nos llevan, incluso, a considerarla como parte origen también de las propias coníferas. Este primitivismo nos traslada a muchos millones de años atrás, siendo, con ello, aparte de lo que hemos mencionado de las angiospermas, parte ancestral fundamental de toda vida vegetal en general que hoy tenemos la suerte de conocer. Es por eso que se le considera como uno de los más auténticos fósiles vivientes.
GRUPO B: Silvestres frutales -Laurisiva-
SECTOR DEL JARDÍN: La pequeña laurisiva
Mi pasión por el conocimiento del origen de las cosas existentes, me viene de un especial interés por conocer también la esencia que contienen todas estas cosas en este momento presente. Conocer la esencia de algo que existe hoy, significa también conocer una gran parte del sentido (presente, pasado y futuro) de su existencia. Por todo ello, conectar la vida con sus orígenes y su ancestralidad, es tomar consciencia plena de que todo lo existente está conectado entre sí, que no hay elementos independientes de vida, sino elementos interdependientes que configuran una sola cosa, la Vida por sí misma, aunque con apariencias distintas.
Como ya he comentado varias veces, antes de que existieran los Quercus actuales que conocemos del Mediterráneo, tipo a encinas, alcornoques, coscojas y robles sureños, existían aquí otra clase de Fagáceas primitivas adaptadas a climas más calientes y húmedos, que es lo que había entonces en toda Europa. Esa flora que se desarrolló en Europa, fue exclusiva lauroide caracterizada por una gran cantidad de especies lauráceas de los géneros como Cinnamomun, Litsea, Persea, Neolitsea y Laurus y acompañadas por un conjunto de Fagáceas que se componían, fundamentalmente, de los géneros Castanopsis, Lithocarpus, Trigonobalanus y de Quercus spp. siempre verdes.
Aunque con sus diferencias, había una homogeneidad asombrosa en las hojas de todos estos tipos de plantas. Y esto es justo lo que voy a recalcar hoy con la especie viva en mi jardín que tengo el inmenso honor de presentar. Esta especie se llama Lithocarpus edulis, el único comestible del género, de hecho, “carpos” en griego significaba fruta. “Lithos”, por su lado, significaba piedra, y es que su bellota está recubierta de una cáscara muy dura. Con ello, al Lithocarpus edulis lo bautizamos con el nombre común de ‘Roble de la fruta de piedra’.
Cuando el pequeño ejemplar de ´Roble de la fruta de piedra’ cayó en mis manos, quedé francamente sorprendido al comprobar que sus hojas eran tremendamente parecidas a la de las adelfas -Nerium oleander-, un laurel que desciende directamente de las laurisilvas, perfectamente acoplado al clima mediterráneo y que se encuentra muy alejado de las fagáceas, ya que esta pertenece al orden botánico de las Gentianales, nada que ver con el orden al que pertenece el Lithocarpus, las Fagales. Por otro lado, observo un parecido inmenso también a las hojas de los Quercus de la sección Cyclobalanopsis. Con todo ello, podemos hacernos directamente cargo de esa homogeneidad mencionada en todas las plantas laurisílvicas de hojas coriáceas.
Del género Lithocarpus, han llegado a nuestros días muchas especies, la mayor parte originarias de Asia. Sólo China, cuenta con más de 100 especies de este género (para los interesados en investigar más sobre todas las especies de este género, recomiendo el siguiente enlace: http://www.efloras.org/florataxon.aspx?flora_id=2&taxon_id=118733 ). La especie edulis, que significa comestible en latín, sin embargo, es originaria del Japón y se trata de un roble siempreverde pequeño que no alcanza más de 15 metros de altura. Dicen que las bellotas tiene sabor amargo, pero, como pasa con casi todos los robles, poniéndolas en agua se elimina ese efecto y son perfectamente comestibles y, a buen seguro, un gran alimento.
El pequeño ejemplar que muestro en la foto, lleva muy poco tiempo con nosotros. Lo hemos colocado muy cerca del Castanopsis cuspidata y no muy lejos de las otras plantas laurisílvicas, esperemos que entre ellas se ayuden a seguir adelante y puedan sobrevivir a este ambiente hostil para ellas. Teóricamente, estamos en la latitud apropiada y ambos pueden aguantar cierta rigurosidad de frío, siempre que este no sea demasiado intenso, así que, estando donde estamos, a unos 800 metros de altitud, bañados con el aire marítimo del Mediterráneo, si no les falta la humedad y están lo suficientemente refugiadas entre las arboledas ya existentes, con no muchas horas de sol directo en verano, deberían ir bien, pero conocemos las dificultades de esta flora. Todo un reto.
GRUPO B: Silvestres frutales y medicinales -Arbustos mediterráneos-
SECTOR DEL JARDÍN: Laurisilva, bancales antiguos y zona de bosque subtropical
En el Tratado de Agricultura Natural expresaba que "el <<mago-a>> agricultor natural transmuta -cambia en positivo-, todo acontecer, lleva toda la fuerza de su voluntad a lo que es nacido, para que el Ayu se manifieste en todas las cosas, transformando la tierra en alimento, y es ese el arte de su magia".
Recordemos lo que también fue dicho en el Tratado, de que el alimento "es aquella manifestación básica -de vida inherente-, que nutre a toda materia, pensamiento y sensibilidad existente". Y es por eso que, en Agricultura Natural, damos la misma importancia a lo silvestre -alimento de la Naturaleza-, como a lo estrictamente alimentario humano.
La simple conjunción entre un mirto (Myrtus communis) y un Diospyros Lotus, ambos silvestres y ambos de frutos comestibles, nos evoca la unión profunda que existe entre lo alimentario humano y lo alimentario de la Naturaleza.
Un día hablaré del interesante Diospyrus lotus, o kaki silvestre, habitualmente usado como portainjertos. Hoy, damos homenaje a este precioso arbusto llamado comúnmente como Mirto o arrayán europeo. Perteneciente a la familia de las Myrtáceas, esta hermosísima planta aromática originaria del sur de Europa, Norte de África y Este de Asia, puede llegar hasta los tres metros de alto y no tolera las heladas intensas, con lo que encuentra su lugar muy bien en las regiones Mediterráneas, de donde es endémica.
Tanto sus bayas como sus hojas han sido utilizadas ampliamente, tanto culinaria como medicinalmente, así como para hacer vinos y licores, desde muy antiguo.
En Cerdeña se prepara tradicionalmente un licor con la maceración alcohólica de los frutos oscuros, donde se elabora el llamado mirto sardo, con excelentes propiedades digestivas. En esta isla, también es muy conocido el uso del mirto para condimentar carnes y, con las hojas del mirto, para aromatizar y conservar la mozarella.
Rico en aceites esenciales beneficiosos, el mirto ha sido y es, ampliamente usado como balsámico, antiinflamatorio y astringente. La preparación de decocciones contra la bronquitis y otras enfermedades respiratorias, así como las infusiones depurativas y calmantes del estómago, tiene un rango de uso muy extendido dentro del mundo herbario, además de la aromaterapia.
Otro de sus usos ancestrales importantes es el de perfume, de hecho, su nombre deriva de este significado.
En el rango del cultivo, los antiguos tratadistas andalusíes coincidían en plantar mirtos junto a los granados y los terebintos, y así se multiplicaban los frutos. El uso y el consumo de bayas, hojas y flores, también fue ampliamente extendido por los andalusíes.
Con las bayas, aparte de comerlas en fresco, como condimentos de asados de carne o para preparar mermeladas y jarabes, aderezaban las aceitunas de mesa, y, tomadas con vino, las usaban contra las mordeduras de tarántulas y escorpiones. La destilación de flores y hojas, para la extracción de esencias, fue muy usado como cosmético, para el cabello, lavados de caras, axilas y manos, para elaborar colirios para los ojos, etc. Y también, mezclada la planta con otros componentes, para tratar ciertas enfermedades de las vides.
Ya el clásico Dioscórides destacaba las grandes propiedades medicinales de los mirtos (desodorante, antiséptico, anticatarral, balsámico y sedante) En los tiempos clásicos, fueron muy usadas las tisanas para las afecciones pulmonares.
Ciertamente, con todo lo dicho, estamos ante una planta muy valiosa que conviene promocionar y amplificar su cultivo y uso.
En este jardín Natural Botánico, se encuentran catalogadas como unas 8 o 10 plantas distribuidas por algunos espacios. No escatimaremos esfuerzos para seguir plantando muchas más. Según los andalusíes, las estacas leñosas servían muy bien para reproducirlas y se plantaban en noviembre o enero.