GRUPO B: Frutales silvestres medicinales SECTOR DEL JARDÍN: Zona de autóctonos
El género Sorbus pertenece a esa clase de árboles arctoterciarios que se refugiaron en el sur de Europa durante las glaciaciones y que han conseguido llegar a nuestros días. El Sorbus aria, o también llamado comúnmente mostajo, como especie tipo y emblemática del género, es un árbol frutal silvestre protegido dentro de la comunidad de Andalucía, ya que necesita de ecosistemas muy especiales con frío y humedad suficientes, con lo que, en estas tierras sureñas, tiene un alto valor ecosistemático.
Las zonas donde podemos encontrarlos con buenas masas forestales, dentro de la Sierra de Tejeda donde nos encontramos, se sitúan dentro del piso supramediterráneo, a partir de los aproximadamente 1.400 o 1.500 metros de altitud, en las caras nortes de las montañas. Convive con especies también muy valiosas como son los rebollos -Quercus pyrenaica-, los espinos albares -Crataegus monogyna-, entre otras plantas de su tipo.
En este jardín botánico, que se encuentra a unos 800 metros de altitud y su cara mirando al sur, contamos con un ejemplar, que, desde hace años, se mantiene casi arbustivo, de momento, ya que le cuesta crecer en altura debido a los rigores veraniegos. Habrá que esperar un poco más para ver si mejora y el bosque circundante se desarrolla lo suficiente para que le sirva de mayor protección.
La pulpa sin la piel de los frutos maduros del mostajo son comestibles y contienen también buenos valores medicinales, al igual que sus flores en infusión. Son diuréticos, enemagogos y un poco laxantes.
GRUPO B: Frutales medicinales
SECTOR DEL JARDÍN: Zona de autóctonos
Dentro del género Sorbus, encontramos una especie llamada Sorbus domestica, o Serbal común, que, aunque tiene su vertiente silvestre en Andalucía oriental, con lo que no es naturalmente propia de esta sierra de Tejeda, es cultivada, desde tiempos antiguos, en muchas zonas del mediterráneo. Normalmente se injerta en patrones de Sorbus torminalis, que son muy resistentes.
Tenemos un ejemplar en este jardín bastante bien acoplado, que acompaña al Sorbus aria anteriormente descrito y conviviendo también al lado de un lentisco, tal como podemos apreciar en la imagen.
Las frutas del Sorbus domestica son llamadas serbas y contienen excelentes propiedades nutricionales y medicinales, gracias a los polifenoles y otras sustancias maravillosas que le dan poderosas virtudes antioxidantes. De entre sus cualidades más valoradas, se encuentra sus altos contenidos en minerales y vitaminas, en concreto la vitamina C, que es una de sus mayores potenciales, superando con creces a las naranjas o incluso al kiwi.
GRUPO C: Silvestres medicinales. Arbustos mediterráneos
SECTOR DEL JARDÍN: Zona de autóctonos
La familia de las Anacardiáceas, rica en componentes resinosos, tiene su origen a finales del Cretácico y se distribuyó ampliamente en las zonas tropicales, subtropicales y templadas del mundo. Contiene diversos géneros, de entre los que se encuentran , entre otros, apreciadas plantas como los mangos -Mangífera indica-, las nueces de merey -Anacardium excelsium-, los zumaques -Rhus coriaria-, el pimentero falso -Schinus mole- y los pistachos silvestres y cultivados, que son especies del género Pistacia como el que vamos a ver hoy, el Pistacia lentiscus.
El lentisco es una planta arbustiva que, desde sus ancestros subtropicales, consiguió adaptarse muy bien a los cambios del Mediterráneo, con lo que, junto con los Quercus, los Juniperus, los Olea, los Philllyrea y los Rhamnus, entre otros, es un miembro más de la maquina xerotermófila, que soportaban, y siguen soportando, hábitats con sequías estivales e inviernos suaves.
Los lentiscos consiguen sobrevivir en climas un poco más frescos y continentales, hay registros polínicos de su presencia en estas zonas ya desde más allá del epipaleolítico, pero, donde le gusta más estar, al contrario que sus primas las cornicabras y los pistachos de fruto, es junto al mar Mediterráneo, donde hay temperaturas más suaves.
Se dice que las hojas del lentisto se usaban en remojo con agua para tomar antes de las comidas para abrir el apetito, y con su infusión era un buen tratamiento astringente, para parar cortar las diarreas, así como para el dolor de muelas, usadas como enjuague tanto hojas como flores en infusión.También se decía que las hojas machacadas, mezcladas con vino y bebidas era un excelente remedio con otra la mordedura de serpientes y otros animales. En la muy antigua Grecia, con la almáciga de su resina, se consumían como chicles, previniendo y curando las enfermedades de los dientes y encías.
El fruto no es comestible para los humanos , pero para los pájaros es muy apetitoso, con lo que le da un valor extra importantísimo al ecosistema.
Con todo ello, esta hermosa planta no debería faltar en los bosques naturales de alimentos de las regiones mediterráneas. En la imagen que se muestra, se puede observar un ejemplar ya adulto de Pistacia lentiscus, que convive, entre otras plantas, con el serbal común, mencionado anteriormente, y cipreses leylandis.