martes, 18 de noviembre de 2025

Quercus suber

Quercus suber. J.Botánico Jamchen
GRUPO A: Silvestres -Autóctonos-
SECTOR DEL JARDÍN: Pequeña laurisilva, zona Quercus, etc.
El alcornoque es, sin duda, uno de nuestros mejores representantes arbóreos del sur de la Península Ibérica. Aunque se extiende también por muchas partes de las costas peninsulares, tanto del Atlántico como de Levante, las concentraciones boscosas más importantes y extensas de toda Europa se encuentran en Andalucía, concretamente, en el Parque natural que lleva su nombre y donde se protegen los resquicios laurisílvicos.  

A pesar de formar parte del reducto laurisílvico de hoy, es complicado determinar si en los tiempos centrales del Terciario, cuando todo el sur de Europa estaba poblada de bosques de laureles, los alcornoques formaran parte de estos en la Península Ibérica y sus islas. Sabemos que las Fagáceas del subgénero Cerris, de la sección Cerris, donde se encuentra el Quercus suber, surgieron, dentro del continente europeo, en el Paleógeno, hace como unos 66 millones de años (al igual que los de la sección Cyclobalanopsis), pero, dadas las condiciones climáticas paleotropicales del sur, es más seguro que los Cerris poblaran las tierras de más al norte.   

Los alcornoques mantienen unas características particulares muy adaptadas a climas templados-subtropicales, con buena resistencia a tiempos de sequía estivales, con lo que parece poco probable que existieran como tal conviviendo con la selva húmeda de laureles, aunque también termófilas, mucho más húmeda. Quizás, en zonas menos húmedas y templadas de la península, podrían haber existido de la sección Cerris, robles antiguos más asemejados al roble cabelludo y otros similares, tan abundantes en el Plioceno y que, desde aquí, se fueran diversificando por hibridación variada, hasta llegar al Quercus suber.

Sea como sea, lo que sí es bastante seguro, es que, dentro de la familia de las Fagáceas, en las laurisilvas hubo robles de hojas laurófilas siempreverdes de la sección Cyclobalanopsis, así como Lithocarpus y Castanopsis, entre otras. Y todas ellas, fueron, de alguna manera, hibridadas con otras Fagáceas, los ancestros mismos de todos los Quercus que conocemos hoy, incluido el mismísimo alcornoque.

Al alcornoque le gusta las tierras ácidas y tiene un rango de resistencia en temperaturas de 35 grados de máxima a -10 grados de mínima, con necesidad de un rango de precipitaciones anuales de 450 a 600 mm por año. 

Dadas estas condiciones, en los límites entre el termomediterráneo y el mesomediterráneo, en los esquistos y otras variantes acidófilas, donde existen ombroclimas subhúmedos dentro del Parque natural de Sierra Tejeda, tanto en su cara sur como en su cara norte, es donde se encuentra la idoneidad efectiva y potencial del alcornoque. 
Y no es solo por una cuestión teórica, en la practica, se pueden observar alcornocales de gran densidad en la parte norte y en la parte sur, todavía existen restos relictos de alcornoques naturales centenarios que, aunque muy dispersos, dan clara nota de lo que en su día pudo haber y la potencialidad que ello conlleva. Las evidencias son explícitas, es bastante asombroso como aún los forestales no se han puesto manos a la obra. 

El lugar donde se encuentra este jardín botánico, que linda con el parque natural, cuenta, precisamente, con estas características, quedando apoyada la potencialidad e identidad mencionada con nuestras experiencias en la plantación de alcornoques, que está dando resultados espectaculares en muy pocos años. 

Actualmente contamos con un inventario de unos 18 pies de alcornoques, gran parte de ellos superando ya los 3 o 4 metros de altura, con tres de ellos sobrepasando los 8-10 metros y con un diámetro de tronco considerable.  
 
Ojalá que tales precedentes comentados, sirvan de motivación para hacer actuaciones en estas zonas del Parque natural de Sierra Tejeda para que, en un futuro no muy lejano, puedan tener las generaciones futuras un maravilloso cinturón verde de alcornocal. 

 

lunes, 17 de noviembre de 2025

Rododendron ponticum subsp. baeticum

 

Rhododendron ponticum subsp baeticum. J. Botánico Jamchen

GRUPO A: Silvestres -Laurisilvas-
SECTOR DEL JARDÍN: Pequeña laurisilva


Sólo ha quedado una pequeña muestra en Europa de las antiguas Laurisilvas que la poblaron durante todo el Terciario y que duraron extensivamente hasta la formación del Mediterráneo, como hace unos 6 millones de años. Con la llegada del enfriamiento pliocénico y las posteriores glaciaciones, estas selvas fueron desapareciendo hasta casi su total extinción. La muestra de la que que hablamos se encuentra en el Parque Natural de los alcornocales del sur de Andalucía, en lugares muy particulares donde hay profundas cañadas.


Este espectacular enclave, con temperaturas suaves en invierno y en verano, sirvió, durante millones de años, como refugio de esta flora laurisílvica, superando, incluso, las glaciaciones. De entre todas estas escasas especies relictas que conforman selva hoy día, la que yo pienso como más particular y significativa, es el Rhododendron ponticum, subsp. baeticum, que hoy presentamos. Hay muchas razones para ello. 


El nombre común de la planta es Ojaranzo, y convive, cercano a los cursos de agua, con otras especies  de árboles y arbustos relictos del Terciario, como son el Quercus canariensis (Quejigo andaluz), el Laurus nobilis (laurel), el Frangula alnus subsp. baetica (arraclán) el Alnus glutinosa (aliso) y el Ilex aquifolium (acebo), entre otras. 


Toda la planta de ojaranzo es tóxica, sin embargo, es una de las plantas más bellas que existen, compartiendo tal particularidad con las otras de la familia de las Ericáceas, como son las azaleas, las gardenias, las camelias, etc., todas ellas con necesidad de suelos ácidos y alta humedad ambiental y edáfica. En las tierras sureñas nuestras, este arbusto de hojas verdes claras y flores hermosas de color rosa-malvas, no suele sobrepasar los 5 metros de altura, en el mejor de los casos.


En agosto de 2025, tras años de búsqueda, en un vivero muy lejano perdido en un bosque, al fin encontramos un ejemplar y lo hemos introducido en este jardín botánico. Aunque el terreno donde ha sido plantado, no tiene mucha profundidad, ni gran humedad edáfica, contamos con la ventaja de que la tierra es naturalmente silícea, son esquistos, además, se encuentra enriquecida ácidamente debido a las acículas de la arboleda de pino que le da también la sombra suficiente que necesita. Apenas le caen algunos rayos de sol al día, esperemos que sea suficiente para que tenga una correcta floración. Si sobrevive este invierno y florece después de pasar los rigores térmicos de la zona de montaña donde estamos, el éxito podría estar garantizado, mientras, claro, no le falte agua. 


Muchas veces me he preguntado porqué algunas especies relictas de Andalucía, tan valiosas, no están más promocionadas, ni se encuentran en producción, ni son repobladas, como es el caso del ojaranzo. La conservación de lo que hay en este presente es fundamental, pero la posibilidad de lo que pudiera haber con nuestra natural intervención, también lo es.   






Morella faya

Morella faya. 2005/Jardín Natural Botánico Jamchen
Morella faya. J. Botánico Jamchen
GRUPO B: Silvestres frutales y medicinales -Laurisilva-
SECTOR DEL JARDÍN: Pequeña laurisilva

En medio del Terciario, hace como unos 20 o 30 millones de años, en los tiempos de esplendor de las laurisilvas europeas, empezaron a emerger de lo profundo del Atlántico un conjunto de islas hasta formar lo que hoy conocemos como la Macaronesia. La Macaronesia está compuesta por cinco archipiélagos, entre los que se encuentran las Islas Canarias. 


Pues bien, formadas las islas, los pájaros, el viento y otros acontecimientos naturales, fueron trasladando del continente europeo y africano las semillas de muchas de las plantas laurisílvicas que existían por aquellos entonces. La selva que se conformó en las islas, por circunstancias excepcionales, aun sigue existiendo después de 15 millones de años, con lo que en este presente, podemos hacernos una idea muy clara y viva de cómo hubiera sido el sur del continente europeo durante el Terciario. Ciertamente, hay muchos géneros que echamos de menos en la Macaronesia y que sabemos que existieron, pero la diversidad actual de especies, nos basta para ennoblecer aquellas selvas templadas de los climas subtropicales antiguos.      


La especie a la que hoy vamos a dar honor, vive en esas laurisilvas canarias actuales. Se trata de la faya o haya canaria, un árbol, perteneciente a la familia de las Myricáceas, que, además de ser muy abundante dentro de esta flora, se encuentra adaptado a diferentes ámbitos ecosistemáticos de las islas, como son: los bosques termófilos más bajos, las laurisilvas más profundas, el pinar de las montañas y, su representación más habitual, que es el fayal-brezal.


El fayal-brezal es una asociación cuyas características son la Morella faya y la Erica arborea y se encuentra en las llamadas laurisilvas de altura, a unos 1.300-1.500 metros. Son terrenos más frescos y pobres y están fuera de las influencias de las nieblas de los alisios veraniegos. Esta adaptación le hace ser un vegetal muy propio y resistente para terrenos más fríos y secos, como son los que tenemos en el Mediterráneo peninsular. 


El haya canaria es un árbol dioico, con lo que necesita de pies masculinos y femeninos en distintos árboles. Viene a medir de 3 a 6 metros de alto, aunque, en el interior de la laurisilva, puede llegar hasta más de 20 metros.


Los frutos de la faya son comestibles. Se pueden comer crudos o bien, como hacían los antifguos, que lo consumían a menudo, secados al sol y molidos. 

Entre otras virtudes medicinales de este árbol, la infusión de sus flores tiene muy buenas propiedades anticatarrales.


Este verano hemos incorporado un ejemplar de esta especie en nuestro pequeño rincón llamado "La pequeña laurisilva". De momento, está muy bien adaptada, vamos a ver cómo lo lleva durante este invierno.